En el caso de mi madre todos los diagnósticos eran negativos, nos decían que podría ser un infarto, un Accidente Cerebro Vascular (ACV), un problema pulmonar, paro digestivo. En ese momento me sentí tan impotente y reflexioné sobre lo complejo de la vida y su evolución, nacemos, crecemos y morimos. Sobre la muerte existen diferentes creencias religiosas: la vida después de la muerte, el encuentro con nuestros seres desaparecidos, cada muerte es voluntad de Dios, el día de nuestra muerte está escrito, el que muere es el ángel que Dios necesitaba. Mueren neonatos en el vientre de su madre, mueren recién nacidos, mueren niños, mueren adolescentes, mueren jóvenes, mueren adultos y mueren ancianos, mueren en diferentes formas y circunstancias y cada muerte se convierte en una historia y cada quien piensa en la manera que hubiesen actuado para evitarla.
Al ver a mi madre con múltiples aparatos médicos tales como tensiómetro, electrocardiograma, tomógrafo, mascarilla de oxigeno, rayos x, vías tomadas para el suero e inyecciones; y al recordar que apenas hacia 15 horas habíamos compartido alegrías juntos, entendí que somos vulnerables ante la muerte por enfermedades, situaciones, inseguridad, imprudencia, abusos, accidentes y sorpresas. Lo primero que hice como buen creyente de Dios, fue pedirle mucho y que si le daba más vida a mi amada mamá era por su decisión y que seguro nos seguiría haciendo feliz; y si no le daba más vida el sabría el por qué, pero nos dejaría un gran vacío y en lo único que me podría sentir culpable era por despreciar los momentos libres que tenia y de repente los invertí en cosas pocas productivas cuando los pude compartir con mi madre. Cerré los ojos oré muchísimo, y de repente todo empezó a salir bien, mi mamá despertó, nos empezó a reconocer a todos, empezaron a llegar conocidos, amigos, familiares, a quienes (en su mayoría) tenía mucho tiempo sin ver. En cuanto a mi tan querida madre, sus valores empezaron a nivelarse y el resultado de los exámenes nos decían que no era infarto, tampoco un ACV, ni un problema pulmonar, simplemente el potasio y el sodio se le habían bajado debido a un medicamento mal administrado con anterioridad.
Ocurrió el milagro, ¡es posible!, lo que si sé con gran certeza es que mi oración sirvió y aunque en estos momentos me encuentro altamente decepcionado de algunos miembros de la Iglesia zuliana, logré entender que la mayor fuerza está en la relación que tengamos cada uno de nosotros con Dios. Como reflexión final en estos días cercanos a la Semana Santa, acerquémonos cada día más a Dios, digámosle a nuestro seres queridos que los amamos y queremos, recuperemos a los familiares y amigos perdidos, y disfrutemos la vida a plenitud, luchemos por lo que creemos sin importar el tiempo que nos lleve. Quiero agradecer públicamente al personal médico, paramédico, enfermeras, camilleros, bioanalistas, personal administrativo y obrero de las empresas de salud, “Ame Zulia” y la “Policlínica Amado”, a ellos y a Dios les debo, por este momento, QUE LA MUERTE ESPERE…
Jesús Castillo Molleda (Profesor Universitario, Politólogo, Locutor)