Una ciudad de múltiples y coloradas caras, llena de fragancias y hediondez. Cuatro vértices de una ciudad que parece ser cuadrada pero redonda es. En el centro de la ciudad se respira un olor a mango maduro, hojas húmedas y basura quemada, todo a la vez. Paralelamente por el norte se olfatea el dulce aroma de un Dolce & Gabbana y un Carolina Herrera, mientras los políticos toman su primer café, para iniciar la jornada de pastelerías y tertulias con palangristas definiendo la noticia de un meridiano local sobre su vasta pero presuntuosa “gestión”. Y la miseria cobija a las púberes y nonatos de las barriadas, con las lombrices anidando en sus barrigas.
Una parada, un joven lleno de enérgica vitalidad toma un autobús bajo el inclemente sol de la ciudad, se sienta, casi cae, queda a medio pies por la corrosión y las envejecidas tuercas del asiento, con el motor pasando aceite, pues el monóxido de carbono llena sus pulmones ya que el escape esta de adorno y el carburador tose a cada rato. Y aturden los gritos “hombro con hombro, espalda con espalda, vamos pa´ tras que sí caben más” del colector. Por las ventanas se observa una caravana de policías motorizados, tres camionetas negras pasan y se detiene el tráfico, en medio de aquel calor y cola, pues llegó una autoridad –indolente, por cierto– y todos deben esperar y abrir espacio. Al fin se mueve toda la comparsa y el joven, por fin, llega a su parada destino algo retrasado, a pesar de haber salido de su casa a las 5:30a.m.; corre unas cuadras y logra entrar a su universidad. Hoy el aire de su salón no funciona y las gotas de sudor le corren la huesuda figura. Y apenas comienza su día.
Otros, en su carro, toreando los huecos de la vía, y la imprudencia del peatón. Malabaristas del tráfico y guerreros de calle. Inicia una ligera llovizna y el tormento empieza, pues los limpiaparabrisas apenas tienen fuerza. Se agita el día y así comienza la jornada de trabajo de muchos, quienes con solas ganas y fe en la Chinita salen a ganarse el pan de cada día. Mientras tanto el transporte recoge unos niños, los padres se perfuman para trabajar y se inicia un día más es “la tierra del sol amada”. Apenas son las ocho de la mañana.
Un retrato de caras que cae y Maracaibo se convierte en una ciudad reinada por el triste colorido de las caras “arrechas”, el piropo a la “catirita” y el chiste adusto de quienes convierten la tragedia de la pobreza y carencia de cultura, en humor. Aunque dichosamente disfrutamos nuestras desavenencias nuestra realidad es la tristeza, pues un estado lleno de riquezas con cada gota de petróleo vendida parece entregar su alma, como el barril sin fondo del impuesto jamás remunerado al ciudadano. Se apaga el sol amado y reina como en ciudad gótica la oscuridad, pues si no es el cableado eléctrico es el faro, o es la carencia de presupuesto. No es una parodia ni un cuento lleno de humor es la realidad del actual Maracaibo ya con su retrato roto de autóctonas y coloridas fachadas, y el hermoso lago con su puente en arcoíris reflejado. El hedor, nos avisa la salida de los camiones de basura y termina el día en Ciudad Gótica.
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Jesús Castillo Molleda (Profesor Universitario, Politólogo, Locutor)
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